sábado, octubre 10, 2020

DICCIONARIO DE LOS DIOSES DE HISPANIA

 






El Diccionario de los Dioses de Hispania es una obra relativa a teonimia hispana precristiana donde se recogen las deidades, santuarios y templos documentados en las fuentes clásicas que aluden a territorio hispano (Plinio, Strabon, Avieno, Ptolomeo…) junto a los abundantes registros arqueológicos y epigráficos que documentan la nómina de santuarios y dioses conocidos por estos medios. 

Al afrontar esta heterogénea nómina de dioses nos encontramos con una curiosa y significada contrariedad, ya que la casi totalidad de la teonimia epigráfica indígena reseñada en Hispania remite a la zona conocida como área indoeuropea (área céltica o territorio no ibérico de la península), resultando así casi nula la información epigráfica referente a la zona ibérica, de la que por el contrario sí conocemos (e incluimos) las numerosas advocaciones ofrecidas por los clásicos grecolatinos y los numerosos santuarios documentados por la arqueología. Así, y en resumen, la gran mayoría de los santuarios arqueológicos referenciados son ibéricos, mientras que la mayoría de las advocaciones indígenas (nombre de sus dioses) corresponden al área céltica indoeuropea.

Junto a los numerosos dioses documentados se incluyen ciudades que verifican cultos o santuarios, así como un recorrido por la religiosidad de los grupos étnicos principales de Hispania. 


DICCIONARIO DE LOS PUEBLOS DE HISPANIA

 



Compendio de núcleos de población, cecas, tribus y grupos étnicos, accidentes geográficos, etc, de la Hispania prerromana y romana documentados por las fuentes históricas, la arqueología o la epigrafía, y desarrollados en su cronología histórica, orientación económica, adscripción étnica... con mención de las fuentes que los documentan.

Como el anterior Diccionario Toponímico y Etnográfico de Hispania Antigua (librosalacarta 2004), la presente obra es extracto en forma de diccionario de la base de datos "Hispantigua" desarrollada por el autor, actualizando y completando la información vertida en aquella del 2004.

Obra de Julián Rubén Jiménez, con ISBN 9788413373898, editada por Verbum Editorial. 


Os dejo una de las 3.150 entradas del diccionario, una entrada étnica: los VETTONES.

(Los términos en MAYÚSCULA remiten a nuevas entradas del diccionario)




VETTONES

Pueblo asentado entre los VACCEOS, los CARPETANOS y los LUSITANOS, ocupando el Sistema Central, desde el Alberche a la Sierra de Gata, las sierras de Ávila, el occidente del Tormes hasta el Duero. Dentro de la dificultad habitual para establecer una relación étnia-territorio, y de ajustar ésta al marco cronológico, los límites históricos de los vettones serían los siguientes: al noroeste hasta el Duero, a occidente en la línea del Côa, del Águeda, estribaciones al sur de Gata, oeste de Plasencia hasta el Tajo. Al sur del Tajo tal vez en la línea del Tamuja, entre Cáceres y Trujillo, alcanzando las sierras de Montánchez y la misma línea del Guadiana (Lacimurga) como límite meridional. A partir de ahí su frontera oriental continuaría por las sierras de Guadalupe, Altamira y Montes de Toledo, hasta enlazar nuevamente con el Tajo algo al este de Talavera de la Reina. Superado el Tajo continuaría una línea a través del Alberche, el Cofio y el Voltoya, después las zonas de Arévalo, Madrigal y Fuentesaúco, hasta enlazar con el Duero a la altura del Esla, en el triple límite vacceo-astur-vettón.

Los vettones ocupan un territorio que evidencia una acusada continuidad, al menos, desde el Bronce Pleno, absorviendo diferentes impactos culturales recibidos sobretodo a partir  de la transición Bronce/Hierro: entorno Soto, orientalizante, castreño, iberismo, celtiberización...

En su territorio se sitúa el yacimiento que da nombre a una cultura interior del Bronce Atlántico: Cogotas I, que afecta a la mayoría de la meseta norte, superando ésta hasta el Tajo. Dicha cultura está sujeta a una cronología que arranca en el Bronce Inicial con un período formativo denominado “fase Cogeces” (del yacimiento de Cogeces del Monte, Valladolid), y mantiene una pervivencia definida durante el Bronce Pleno-Final (XVI/XV–IX/VIII a.C.). Son gentes integradas en grupos tribales, con asentamientos aldeanos de ocupación inestable, trasterminante, generalmente en alto y con alguna defensa elemental. Junto a éstos figuran otros menores en llano, supeditados al control visual de los primeros, sin defensas, y probablemente orientados a una agricultura básica de subsistencia. Construían viviendas redondas de entramado vegetal y practicaban el rito funerario, quizás selectivo (vid. desarrollo y propuesta alternativa en TARTESSOS), de la inhumación en fosa, cista, hoyo, dolmen o cueva, con un ajuar cerámico característico por sus piezas excisas y de boquique. De economía fundamentalmente ganadera (bóvido y oveja), adecuada al terreno y apegada a las rutas de comunicación, como sus parientes “atlánticos” lusitanos y tartessios, con quienes ya mantuvieron contactos comerciales en época precolonial (cerámicas tipo Carambolo, fíbulas de codo tipo Huelva, asadores, hachas... meridionales y mediterráneas; junto a espadas, cuchillos, hachas... occidentales y atlánticas). Contaron igualmente con una agricultura elemental de cereal (cebada, ¿también trasterminante?), y actividad minero-metalúrgica básica, de carácter doméstico, como también lo sería su producción textil, cerámica... Se conocen numerosos yacimientos de este período: Cogotas, Sanchorreja, Berrueco, San Román de Hornija, Tolmos de Caracena, Ecce Homo, Arenero de Soto, Carpio Bernardo, Arroyo Manzanas...

A caballo entre el Bronce Final y el Hierro I (persiste un gran desconocimiento sobre este período: mitad XI a mitad VIII a.C.) comienza a apreciarse en la zona nororiental del territorio Cogotas (futura área vaccea) una evolución hacia asentamientos mayores y estables, de orientación agraria (útiles, graneros, hornos...), que fueron tradicionalmente atribuidos a razones rupturistas provocadas por avenidas foráneas (vid. CELTAS, también PELENDONES); aunque hoy se prefiere la consideración de proceso endógeno y gradual de las sociedades de Cogotas I, esto sí, estimulados por influencias (ideas, útiles y técnicas agrícolas) recibidas de otras culturas: Campos de Urnas desde el noreste y sobretodo el orientalizante tartessio. Se trata de la denominada cultura de Soto de Medinilla (vid. VACCEOS), que tiene su foco en la cuenca media del Duero, donde colonizará el territorio agrícola estableciendo numerosos poblados apegados a los campos, y se extiende por el resto centro-occidental de la Meseta.

El territorio estrictamente vettón, preferentemente ganadero, por su dominio de las rutas y pasos ganaderos se beneficia en este tiempo del control de intercambios comerciales norte-sur: objetos metálicos, telas, perfumes, sal, tal vez asnos.., por estaño atlántico, tal vez oro, ganados, pieles y quizás hombres (esclavos); ofreciendo aquí la cultura Soto una personalidad orientalizante acusada. Centros de control estratégico de este tipo (modelo denominado por K.G. Hirth de “comunidades de paso”) se han supuesto los antiguos emplazamientos altos y amurallados del Berrueco, Sanchorreja, inmediaciones de El Raso..., y poblados típicos “Soto” serían Cerro de San Vicente (Salamanca) y Ledesma, en su frontera con el área agrícola, y Las Zorreras de Muñana, Herguijuela de Ciudad Rodrigo, Colmenar de Montemayor..., núcleos menores y probablemente “supeditados” a los ganadero-comerciales de mayor tamaño.

En ambas influencias, Soto y Orientalizante tartessio, se gestará la personalidad protovettona, ofreciendo la arqueología de este tiempo Hierro Antiguo/Pleno numerosos elementos introducidos merced a estos contactos norte-sur: cerámicas Soto de pie realzado, perfil carenado y decoración incisa a peine, fíbulas (doble resorte y pie levantado), broches de cinturón (calados, de uno a más garfios), cuentas de collar, arybalos, asadores, braseros, jarros, prótomos de animal, figuritas votivas, orfebrería ritual (tesoros de Cañada de Pajares, Serradilla, El Raso..)... El poblamiento se distribuye en menor número de núcleos que en tiempos anteriores, aunque mayores, estables y jerarquizados (en otro caso sería difícil la gestión de intercambios y el enriquecimiento de las élites). Junto al rito funerario tradicional (inhumación “selectiva”) se detecta una tímida aparición de la incineración, ya generalizada en el ámbito tartessio (su importancia relativa estaría en servir de sustrato a la posterior celtización).

Alvarez-Sanchís ha llamado la atención sobre el establecimiento, avanzado este período, de una especie de frontera Soto-vettona, una franja despoblada, tierra de nadie entre los poblados agrícolas de Soto y los protovettones ganaderos, entre el Tormes, Adaja y Duero, que permanecerá hasta tiempo histórico: numerosas dudas en la atribución vaccea o vettona de núcleos de la zona (Salmantica, Sentice, Arbucale...), presunción de avances de unos por tierras de otros...

 

A partir de fines del V a.C. confluyen en su territorio dos importantes fenómenos, en buena medida subordinados: el cese del comercio orientalizante tras la disolución de TARTESSOS, que producirá, sobretodo en torno al Tajo, una especie de regionalización de la cultura; y una celtiberización progresiva de la cultura material (V-III a.C.), quizás acompañada de ciertos aportes étnicos, sobretodo en la meseta. Parecen surgir entonces rivalidades y tensiones entre los grupos asentados en esta zona, conforme manifiesta la tendencia al castro amurallado y a la explotación del territorio (en lugar del anterior control sobre “pasos del comercio exterior”). El registro funerario ofrece al arqueólogo la sustitución de ajuares con joyas por ajuares guerreros, que anuncian que son ahora las armas objetos “de prestigio”, y por tanto de poder. Son tiempos para el desarrollo de élites guerreras, las denominadas “jefaturas”, facultadas para extender su control sobre territorios vecinos o defender el suyo de las incursiones de otros. Estas “jefaturas” guerreras, asumiendo así la defensa de sus comunidades, asumirán consecuentemente el control y la supremacía sobre el resto del grupo.

Se detecta ahora una generalización de núcleos castreños y una ocupación sistemática y longitudinal del territorio apegada (como ya les era tradicional) a los valles de comunicación ganadero-comercial y a las cuencas fluviales (Duero, Águeda, Tormes, Adaja, Tietar, Tajo...). Numerosos castros continúan ocupando lugares en altura de gran visibilidad: los ya mencionados de las sierras de Ávila y Salamanca, donde el fenómeno continúa siendo general, junto a algunos al sur del Tajo, como San Cristóbal de Logrosán, Santa Cruz, Pico Estena y Pico Aljibe; mientras se generalizan en la cuenca extremeña del Tajo (solar de difícil etnicidad luso-vettona a partir de entonces: vid. SEANI) los emplazamientos en espigón fluvial, con poca visibilidad y aprovechando las defensas naturales de los ríos: Castillejo de la Orden, Villasviejas del Tamuja, Sansueña, La Coraja, Azuquén de la Villeta, Castillejos de Valdecañas...

Aumenta la demografía, como ya ocurriera en el período anterior, aunque ahora también aumenta el número de asentamientos, gran parte de ellos de nueva planta. Se generaliza el ritual de la incineración, la amortización funeraria del armamento de hierro, la cerámica a torno de pasta anaranjada y decoración pintada tipo celtibérica (aunque perdurarán las piezas a peine hasta el II a.C.), los ajuares metálicos celtibéricos (espadas de antenas, puñales biglobulares, fíbulas del caballito...), las defensas, la construcción en piedra... Existe una potenciación agraria con la introducción del arado, aunque el territorio vettón continúa volcado a la actividad ganadera, como evidencia la desatención a las mejores tierras agrícolas de la zona (llanura sedimentaria del norte de Avila y sur-oeste de Salamanca, llanura Tiétar-Tajo...), incrementándose ahora la explotación del hierro, la sal, la producción cerámica..., y en el orden ideológico y social la estructura gentilicia, la planta cuadrada, las parcelaciones, las obras públicas (defensivas y sagradas)...

A partir del III a.C. la propia evolución de esta fase ofrecerá, sin solución de continuidad, el surgimiento de los vettones históricos. El territorio se jerarquiza aún más, alcanzando ahora algunos de sus castros (al menos en el foco mejor estudiado abulense -salmantino) la categoría de verdaderos oppida: Salamanca, Ledesma, Ulaca, Mesa de Miranda, Cogotas, El Raso, Villavieja de Casas del Castañar... Estos oppida cuentan con murallas de dos o tres paramentos, provistas de torres, bastiones y accesos protegidos mediante puertas en embudo o esviaje, en ocasiones fosos y piedras hincadas, encerraderos de ganado, recintos amurallados a modo de extensión de acrópolis, áreas industriales (fraguas, alfares, secaderos de pieles..), zonas colectivas (ferias), emplazamientos sagrados con santuarios de tipo rupestre (Ulaca, Villavieja de Casas del Castañar, Peña Carnicera de Mata de Alcántara)... Junto a estos núcleos aparecen sus extensas necrópolis, que han ofrecido numerosos ajuares con panoplia tipo celtibérica (espada o puñal de antenas, lanzas y escudo), con algún elemento ibérico (falcata o puñal afalcatado), a los que también se añaden en una fase posterior arreos de caballo, fíbulas, placas, pectorales... La denominación indígena de estos grandes núcleos es desconocida (salvo Salamanca, Ledesma..), merced a su despoblación generalizada en el II a.C, anterior a los textos clásicos.

Los vettones tendrían, como los celtíberos y quizás los lusitanos, dos tipos de magistratura: una de carácter civil y religioso, y otra ocasional de orden militar; y contarían, como los lusitanos, con un corpus sacro de rituales guerreros: cánticos, himnos, saunas iniciáticas, danzas, tratamiento de prisioneros... También se atestigua entre ellos la práctica de sacrificios humanos, como en tiempo romano evidencia la prohibición expresa a su ciudad de BLETISA de continuar realizándolos, y el santuario del gran castro de Ulaca (vid. DEOBRIGA), el mayor de la península, que como Panoias cuenta con recinto rupestre religioso y ara sacrificial.

Pero quizás el elemento más característico de la cultura vettona sean los verracos: esculturas zoomorfas en piedra, toros y suidos, cuya distribución (junto a la de la cerámica de peine inciso) establece los límites del territorio vettón coincidiendo a grosso modo con los señalados por los textos clásicos. Tradicionalmente fueron considerados esculturas de carácter mágico de protección de los ganados (Cabré, Caro Baroja, Maluquer..), esculturas relacionadas con el mundo funerario (Hübner, Gomez Moreno..), hitos territoriales, monumentos asociados a las “invasiones” célticas... Hace tiempo que no se duda de su inspiración en la estatuaria animalística ibérica (leones y toros), datándose a partir de la mitad del IV a.C. y con un foco difusor en el valle del Amblés asociados a los oppida. Creemos a los antiguos, generalmente toros y de mayor tamaño, símbolos o estandartes de la clase superior ganadera, tradicional y conservadora (tal vez los verdaderos “vettones” dentro del mundo vettón), que marcarían su reserva de esas zonas frente a los grupos agrícolas aldeanos (con presencia creciente desde la fase Soto, aunque sin superar nunca una posición secundaria en el control del territorio), como símbolos de autoridad y avisos de “veda” agraria en ciertos lugares restringidos: se establecen en zonas de pastos de invierno, que eran a su vez susceptibles de explotación agraria. Esta funcionalidad de los verracos, ya estereotipada en tiempos posteriores (como también indica su forma esquemática, el uso de nuevos soportes: fíbulas, téseras.., y la misma inclinación posterior al suido), no excluye su carácter de protección del ganado, o incluso de urna funeraria, debido al prestigio ya acumulado desde antiguo por este “símbolo”. Asimismo, la presunta interpretación de vettones como “antiguos” o “verracos” (vid. abajo) podría hallarse en relación al nombre aplicado dentro del mismo mundo vettón a los oppidani, de estirpe guerrero-ganadera y tradicional, por las gentes agrícolas del llano, grupos aldeanos que verían en aquellos “señores del territorio” (y por ende de la guerra, el comercio, la industria y las comunicaciones) un fuerte apego a sus tradiciones más remotas, entre éstas su vinculación totémica al ganado; y sería adoptado por los mismos “antiguos o verracos” como un rasgo de prestigio y autoridad territorial (vid. TITTOS, en sentido inverso). En este sentido señalamos que se ha atribuido al etnónimo vettones un significante de “antiguos” (raíz indoeuropea ‘*wet-’, latín vetus, lituano antiguo vetusas..); propuesta a la que añadimos otra procedente de la misma raíz ‘*wet-’ que podría arrojar interpretación de “ternero, puerco, verraco”, dadas las derivaciones relativas a animales que dicha raíz presenta en otras lenguas indoeuropeas: en el mismo latín vitulus es novillo y vitela piel de vaca; en sánscrito vatsaká y en albanés vitsh significan ternero; en irlandés medieval puerco es feis; en gótico withrus es cordero; en islandés antiguo vedr y en alto alemán antiguo widar aluden a carnero; en córnico y bretón antiguo guis designa cordero; ... Por otro lado, etnonimia de significado “antiguo, viejo” estaría documentada en SEANI y SENONES, en ambos casos procedente de la raíz ‘*sen-’.

 

Los vettones aparecen a la historia enfrentados a los cartagineses de Aníbal, durante la expedición de éste a sus tierras y el asedio a SALMANTICA y ARBUCALA, ciudades fronterizas de dudosa asignación a éstos o a vacceos. Cornelio Nepote atribuye a éstos (se supone que erróneamente) el enfrentamiento con los cartagineses del que resultó el episodio de la muerte de Amílcar Barca (vid. HELIKE). Se entiende que formarían parte de los pueblos “lusitanos” que se enfrentarían a Roma en la primera mitad del II a.C., y a inicios del siguiente siglo. Livio les incluye en las batallas de TOLETUM del 193 y 192 a.C., frente al pretor Marco Fulvio Nobilior. Apiano les cita expresamente como aliados del caudillo lusitano Púnico, en las campañas frente a los BLASTOFENICIOS, aliados de Roma, y enfrentándose al cónsul Q. Servilio Cepión, en 139 a.C., durante las guerras de Viriato.

La romanización de su territorio propició una serie de asentamientos en las vegas, y junto a las vías de comunicación romanas, como la Vía de la Plata. Surgirían así durante el I a.C., con probables aportes de los oppida y castra entonces abandonados, los núcleos históricos de AUGUSTOBRIGA, CAESAROBRIGA, NORBA (posteriormente lusitano), CAPARA... probablemente ex novo; y se romanizarían poblaciones anteriores como SALMANTICA, BLETISAMA, MIROBRIGA, OBILA, Yecla de Yeltes, Irueña...

La administración romana les adscribió a la Provincia Ulterior Lusitana, en el Conventus Emeritensis, salvo en la franja noreste, donde su zona de Avila quedaría en principio en la Citerior Tarraconensis, Conventus Carthaginensis. Contaban, además de las mencionadas, con las ciudades de MANLIANA, LANCIA OPPIDANA, TURGALIUM, OKELON, DEOBRIGA... Figuran en textos de César, Tito Livio, Strabon, Plinio, Lucano, Silio Itálico, Cornelio Nepote, Honorio, Apiano, Ptolomeo, Higino, Vigilancio, ... Etnónimo bien documentado epigráficamente. 


(DICCIONARIO DE LOS PUEBLOS DE HISPANIA, pag. 744-752)



viernes, septiembre 01, 2017

Retugenos







EN ASDRÚBAL CLAVARÁS TU LENGUA (Almuzara 2006)

                               

             

Sinopsis

 

        Cuenta ésta otra historia que tal vez sucedió, que viene ahora a suceder en ella. Trata de un cobro de venganza entre un particular, celtíbero de nombre Retugenos, y el muy poderoso general cartaginés Asdrúbal por todos conocido, que supuso gratuito quebrar los destinos de aquel siervo el día que dio muerte a su señor.

 

     Así era en principio. Y aguantó de suyo cuanto pudo rondando por los páramos celtíberos.

 

    Pero cuando aquel particular se echó a los caminos que llevaban hasta el fondo de la misma Iberia, a su paso quedaron convocados los fantasmas que guardaban las palabras, que pronto se vinieron al calor del inocente. Y gustaron de su historia. Y hurgaron luego en ella haciendo mucho ruido, llamando la atención… y pronto despertaron a unos dioses que enseguida tomaron ya el control. 

           


Y aquí os dejo un breve pasaje:



...../......

           Y le habló allí de la dificultad del comercio, por ser oficio que camina con cosas de importancia, productos que arrastran con peligros su valor. Y afirmó que tales cosas las quieren todos pero pocos las alcanzan.

           -Y mira, hijo, que una cosa se presenta por peligro de ladrones, y la otra por ocasión de alguna pérdida o tropiezo: que a los que queda lejos atajan con el robo la distancia, y los que pueden de largo fingen siempre haber necesidad y no llegar por poco, de manera que traen pérdida al comerciante honrado que no puede sino ceder, por compasión, algún grano de lo suyo. Y atiende, muchacho, granos juntos hacen pan...

           -Y pan perdido hay en un descuido-, se apresuró a apuntar el bastado Turro de su parte.

         Y ya caminando, complacido de la atención del tito a todas sus palabras, inspirado además en aquella vieja daga que encintaba éste en piel de cabra sobre el sayo, por mejor participarle sus razones acudió el íbero al mismo ejemplo del arte de la guerra, del que pensó que el celtíbero gustaría.

           -El arte de la guerra, del que ya conoces... –le decía-, es arte que se aliña de costumbres que no son ofensivas ni sirven de defensa, pero todos entienden necesarias para entrar en la batalla.  

           Y mencionó al efecto los gritos y cánticos de ataque, los escándalos con golpes de metal contra metal, las figuras feroces en el umbo del escudo, los cuernos, airones y penachos en los cascos, los crecidos cuernos de testera en los caballos, los gestos y los brincos de amenaza...

           -Pues bien, aunque cosas son que ni cortan manos ni hacen sangres, a todos parecen necesarias para adobar al enemigo. Mira para el caso lo que dice un simple cuerno reluciente adornando la cabeza de un caballo: ¿no entiende con ello el enemigo que gastando tanto el guerrero en el adorno habrá aumentado más el gasto en firmeza y filo de su espada?, ¿no creerá que cuenta así ese guerrero con poder y con riqueza, y por ello con favor de la fortuna? Pues mostrando éste su caballo bien aderezado dice así a su enemigo: “¡cuidado!, ¡entre tú y yo fortuna me prefiere!” -le decía Indibas al muchacho, y continuaba: -Pues mira, hijo, también con aderezos cuenta el oficio del comercio, que más necesarios son al mismo buhonero que al guerrero, que viaja solo el buhonero, sin armas, lejos de su patria, apartado de su gente… y así tiene también necesidad de las artes de su oficio. Pues la primera de éstas para ti, en todo momento, y más aun en público, será dirigirte a mí por padre; que los lazos de la sangre nos fortalecen y honran ante otras gentes, y ambas prevenciones parecen necesarias al oficio. Otra es no extrañarte de cuanto vieras o entendieras, y si en algo te extrañaras no entorpecer por ello con apuntes mis tratos creyendo hallarme en algo de lo dicho equivocado; que el buen comerciante ni yerra ni olvida ni miente: adereza su comercio; Otra más...

           Y fue así refiriendo al pequeño celtíbero sus recién contraídos compromisos, y avisándole de paso de artificios y señuelos. Éste, que cayó en la cuenta que uno de ellos sería el tullimiento que antes arrastraba el contestano, hízolo notar.

           -¿Será así por caso de arte tu cojera... padre?

          -Por caso de arte, hijo, que ambas cosas puedo ya decirte -concedió Indibas-, que otros usan brazo manco, ojo tuerto, o mujer temible, fea y enojosa. Prefiero yo de tullido, pues despierta misma compasión que otros y ser tullido avisa de no buscar huidas, como bien decías antes de la mula: por la falta de valor del impedido, que tal presumen todos; y en esas queda el beneficio del comercio, que así sosiegan todos su atención y aflojan además su voluntad, por estimar que un tullido no ha de añadirle a su cojera otros tropiezos. 

           Y con éstas y otras prevenciones fue ese día ya del todo recibido Retugenos por aquellos dos íberos. Haría el celtíbero su camino a la ilustre Erna adoptado por unos buhoneros contestanos.


...../.....


(EN ASDRÚBAL CLAVARAS TU LENGUA, Julián Rubén Jiménez, fragmento)

Diccionario toponímico y etnográfico de Hispania Antigua

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Esta obra, extracto de la BD Hispantigua formada por el autor, resultó galardonada por la RAE con el premio Menéndez Pidal a la Investigación de Filología Histórica en 2002. 

Sus casi 600 páginas recogen la amplia nómina de poblaciones y etnias de la Hispania antigua, todas aquellas documentadas por los textos clásicos o la epigrafía, también sus deidades y santuarios, cecas, accidentes geográficos, circunscripciones administrativas... Unas tres mil entradas (por ejemplo ABULA) con indicación de su localización actual (Ávila), filiación étnica (VETTONES), adscripción administrativa romana (Conventus Emeritensis), episodios históricos, restos arqueológicos, emisiones numismáticas, fuentes clásicas o epigráficas que la documentan, interpretación filológica del nombre, lengua de procedencia... 

La información ofrecida en las entradas relativas a etnias o tribus se presenta en forma aún más extensa, ya que retrocedemos a los antecedentes de dicho pueblo en la edad del Bronce a fin de ofrecer una panorámica sobre la evolución de la identidad con que aparecen en época histórica (por ejemplo, para nuestros VETTONES: Cultura de Cogotas – Soto de Medinilla - Orientalizante Tartésico – celtiberización – mundo romano). Nos detenemos a continuación en su estructura social, rasgos culturales e ideológicos, su lengua, sus dioses, sus costumbres.., e incluimos finalmente una información detallada sobre sus hechos históricos, el nombre de sus ciudades, su relación con otras etnias o con el mundo romano, sus restos arqueológicos …

En resumen, si tomamos un mapa actual y detenemos nuestra mirada sobre cualquier punto del mismo podremos situar en un radio de 30 Km. una serie núcleos de población, tribus, nombres de ríos y montes, santuarios, batallas … y encontrar cumplida información sobre esos datos en las páginas de este diccionario.

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DTEHA,  Minor Network editorial  ISBN 9788495673022